06 julio 2009

Lejos de la orilla

Cuando voy a la playa a nadar me gusta mucho adentrarme en el mar, alejarme al máximo de la orilla, y sólo me detengo cuando estoy lejos, muy lejos. Es entonces cuando me quedo relajádamente flotando en el agua, sólo acompañado por algunos peces ocasionales. Muy de lejos puedo escuchar el griterío de la playa, entremezclado con los graznidos de las gaviotas. En una de estas ocasiones, rodeado de este ambiente, me pregunté que me había llevado hasta allí, que me atraía de todo aquello. Esta misma pregunta se ha repetido otras veces y el otro día, por fin, hallé la respuesta. Lo que me gusta, cuando llego a este punto, es girarme y mirar a tierra firme, y contemplar de lejos el extraño lugar de donde procedo. Sí, lo veo extraño desde aquí, diferente allá a lo lejos. Supongo que lo veo extraño porque en ese momento no estoy en él, no estoy en mi mundo, y no deja de ser una sensación extraña ver lo bien que el mundo se las arregla sin mi.

2 comentarios:

musogato dijo...

Este post se lo quiero dedicar a Bubaluuu, supongo que ella sabrá por qué...

FILO dijo...

Ostras, a mi me pasa lo mismo cuando me alejo de la playa y me entra ese hormigueo vertiginoso cada vez que me alejo más. Como un viaje astral, donde el hilo de plata que te une a la tierra te hace llenar de temores al pensar que se pueda romper y nunca volver. (Lo de ostras ha quedado bien siendo un post playero.