12 noviembre 2007

Una vida sin sentido

El otro día estaba paseando por el paseo marítimo, caminaba sin prisa mientras la noche caía. Decidí sentarme un rato en uno de los húmedos bancos. Enfrente, bajo una farola recién encendida, una pareja de jóvenes parecía dedicarse los últimos minutos del día. Se les veía satisfechos, confiados. Se les veía orgullosos, a gusto con su situación. Cada uno de ellos proyectaba su sentido de la vida en el otro, completaba su realización con el otro.

Un instante más tarde observe que la pareja había desaparecido. Inmerso en mis meditaciones ni siquiera me había dado cuenta. Ahora bajo la farola, más resplandeciente que nunca, ya no había nadie. Podrían haber pasado veinte años desde que vi a esa pareja y la imagen que estaba viendo seguiría siendo la misma, el lugar que ocupaban esas personas estaba vacío. Quizá incluso podrían no haber existido nunca, ya ni siquiera estoy seguro.

Pero a lo mejor sí. A lo mejor sí vi realmente a esa joven pareja. A lo mejor están ahora mismo iniciando un proyecto de vida común, una sola vida, una vida larga y sin sentido, sin apenas darse cuenta.


(Paseo marítimo, Sitges)

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