07 mayo 2007

Borracho de conciencia

Quieres olvidar, olvidarlo todo, dejar tu mente en blanco. Quieres reescribir tu vida, renacer. Quieres empezar de nuevo pero no puedes. No sabes como. Lo has intentado todo. Llega un día en el que ya no se te ocurre otra cosa que beber. Pretendes ahogar tu mente, llevarla a un límite en el que por fuerza tenga que olvidar. Quieres que el alcohol sea como una tormenta. Quieres que cuando acabe la tormenta todo esté bien, todo esté limpio y calmo, todo en orden.

Pero la tormenta se alarga. La tormenta es dura y espantosa. La tormenta se prolonga, no un día ni dos, sino toda una eternidad. Aún así intentas no desanimar, cuando peor es la tormenta mejor es el amanecer del nuevo día, te dices. Pero la tormenta no acaba, se extiende indefinidamente. Días y días de oscuridad se suceden. Tu cerebro embotado apenas es capaz de recordar lo que era la verdadera luz, lo que era la claridad de un día soleado.

En uno de tus breves momentos de lucidez reconoces que estabas mejor antes, antes de la tormenta, de esta horrible tormenta. Ahora quieres ir para atrás, porque ves que para delante no puedes. Ya te conformas con tu pasado. Ya reconoces lo bueno que tenías. Ya valoras la felicidad externa como una forma de propia felicidad. Ya no eres tan egoísta. Sin embargo, ya no hay vuelta atrás, y al siguiente trago estás más ahogado.

Verdaderamente ya está todo olvidado, en eso tenías razón.

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